Diecinueve minutos (Nineteen Minutes by Jodi Picoult

Diecinueve minutos (Nineteen Minutes by Jodi Picoult

autor:Jodi Picoult
La lengua: eng
Format: epub
editor: Atria Books
publicado: 2007-04-15T00:00:00+00:00


Lo único que había salvado a Josie de un total ostracismo social tras la exposición de Peter en clase de matemáticas había sido su designación simultánea como novia oficial de Matt Royston. A diferencia de casi todo el resto de estudiantes de segundo, que formaban uniones ocasionales (encuentros aleatorios en fiestas, amigos con derecho a roce, etc.), ella y Matt eran pareja. Matt la acompañaba hasta clase y muchas veces, al dejarla en la puerta, le daba un beso delante de todo el mundo. Cualquiera tan estúpido como para asociar el nombre de Peter Houghton con el de Josie habría tenido que rendirle cuentas a Matt.

Cualquiera salvo el propio Peter, se entiende. En el trabajo, parecía incapaz de captar las señales que Josie le enviaba, volviéndose de espaldas cuando él entraba en la misma habitación, ignorándole cuando le hacía una pregunta. Hasta que al final, una tarde, él la había arrinconado en el almacén de repuestos.

—¿Por qué te comportas así conmigo?—le había preguntado.

—Porque cuando era amable contigo, tú entendías que éramos amigos.

—Pero es que somos amigos—había replicado él.

Josie se le había encarado.

—Tú no eres quién para decidir eso—le había dicho.

Una tarde, en el trabajo, cuando Josie salió a tirar un montón de desechos al contenedor, se encontró a Peter allí. Eran sus quince minutos de descanso, durante los que solía cruzar la calle y comprarse un jugo de manzana. Pero aquel día allí estaba, subido sobre la tapa de metal del contenedor.

—Aparta—dijo ella, alzando las bolsas de desechos.

En cuanto cayeron al fondo del contenedor, saltó una lluvia de chispas.

Casi de inmediato, el fuego prendió en el cartón almacenado en el interior, crepitando al contacto con el metal.

—Peter, bájate de ahí—gritó Josie.

Peter no se movió. Las llamas danzaban delante de su rostro, cuyos rasgos parecían distorsionados por el calor.

—¡Peter! ¡Por favor!

Ella lo tomó del brazo y tiró de él hacia el suelo, mientras algo—¿tóner? ¿gasolina?—explotaba en el interior del contenedor.

—Tenemos que llamar a los bomberos—gritó Josie, mientras se ponía en pie con dificultad.

Los bomberos llegaron en cuestión de minutos, apagando el fuego. Josie llamó al busca del señor Cargrew, que estaba en el club de golf.

—Gracias a Dios que no les ha pasado nada—les dijo a los dos al llegar.

—Josie me ha salvado—replicó Peter.

Mientras el señor Cargrew hablaba con los bomberos, ella se volvió al interior de la copistería, seguida de Peter.

—Sabía que me salvarías—le dijo Peter—. Por eso lo he hecho.

—Hecho, ¿el qué?

Pero no necesitaba oír la respuesta de Peter, porque Josie ya sabía por qué se lo había encontrado subido en el contenedor cuando se suponía que estaba en su rato de descanso. Sabía quién había tirado el fósforo dentro en el momento en que la había oído salir por la puerta de atrás con las bolsas de basura.

En el momento en que le decía al señor Cargrew que tenía que hablar un momento con él a solas, Josie se dijo a sí misma que estaba haciendo lo que cualquier empleado responsable habría hecho: contarle al dueño quién era la persona que había atentado contra su propiedad.



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